La sanación viene de adentro
Hoy me desperté, y en semisueño me repetía esta frase: “la sanación viene de adentro”…
Hace tiempo que vengo pensando en escribir sobre mi experiencia con el cáncer y todo el proceso que le siguió, de curación y de sanación.
Aprendí mucho, muchísimo!
Diferencio sanación de curación, entendiendo que el que se cura es el cuerpo, pero lo que se sana es nuestra interioridad… A veces hay curación sin sanación, a veces sanación sin curación (entonces quien parte lo hace en paz y reconciliado), y a veces se logran ambas cosas, éste fue mi caso…
En abril de 2009, en un control de rutina me detectan micro-calcificaciones agrupadas en mi mama izquierda, la dra. dice: “no sabemos qué es esto, pero no tiene que estar aquí, hay que operar”
Salí muy conmovida de la consulta, siendo que además yo iba ese día “sabiendo” que algo no andaba bien, que algo me iba a decir la médica, no tenía síntomas ni malestares de ninguna clase, pero “sabía” (cuántas veces no le he dado crédito, no le doy, a ese saber intuitivo tan poco considerado y hasta degradado en nuestra cultura racionalista!)
Bien, comienzo los análisis de rutina, los prequirúrgicos, algunos los hago en forma particular para acelerar la operación, otros en el hospital.
Recuerdo con absoluta claridad que cuando estaba haciéndome estudios en el hospital comencé a mirar a mi alrededor: veía gente en sillas de ruedas, otros en estado de extrema pobreza, chicos enfermos, personas que no podían valerse por sí mismas y me sentí profundamente agradecida de tener autonomía física, posibilidades que otros no tenían y el hecho de poder estar haciendo por mis propios medios.
Me dan fecha de operación para mayo, luego me la postergan porque había paro de anestesistas… Mientras tanto yo oscilaba entre el miedo, la incertidumbre, la angustia, la confianza, pero todo sostenido por una gran fortaleza interna.
(Aclaro que no se podía saber si era cáncer o no hasta que operaran, por supuesto esto se da solamente en algunos casos).
Sueño
En el período de espera hasta ser operada, la incertidumbre me atormentaba bastante, pero una noche un sueño me vino a “decir” cómo iban a ser las cosas…
Soñé que veía la proximidad de una gran tormenta, nubarrones grises, muy oscuros, casi negros cubrían el cielo, la imagen era algo sobrecogedora… pero atrás de esa gruesa capa de nubes, hacia el fondo, el cielo aparecía totalmente despejado, de un celeste vivo, brillante, bellísimo.
Ese sueño me dio la información (sí información, no podía sentir “certeza”, el miedo era mucho) de que iba a pasar un momento difícil, que la cosa no venía liviana, pero que iba a superar este tránsito, que todo al final iba a salir bien.
Internación
Llega finalmente el 3 de junio de 2009 (hacen hoy exactamente 5 años), me interno a la mañana, acompañada por Guillermo (mi pareja), el jefe de servicio, Dr. Ostrowsky, un ser humano bellísimo y excelente profesional, nos informa que recién a medio día nos confirman si quedo internada para ser operada al día siguiente o si debo regresar a casa hasta nuevo aviso porque seguía el conflicto con los anestesistas.
Quedo internada y el 4 de junio antes de las 8 de la mañana me llevan a quirófano.
Mientras me transportaban en la camilla por los pasillos veo la cara de Guillermo que había ido a saludarme, fue muy reconfortante para mí.
Entro a quirófano, ya estaba el Dr. Ostrowsky, sentado, vestido de cirujano, con el diario La Nación, risueño, haciendo chistes, diciendo que esperaba que llegara algún cirujano para operar, no recuerdo si pedí que me pusieran una gorra (cosa que se acostumbra) pero sí me acuerdo que hice chistes al respecto, dije que no me gustaba ir a la peluquería, pero que entre un quirófano y una peluquería, prefería imaginar que estaba en la peluquería!!
Al despertar de la operación vi que tenía un drenaje colocado en mi axila izquierda, eso confirmaba que me habían extirpado un nódulo cancerígeno (que resultaron ser dos, pequeños)
Semi dormida le daba instrucciones a Guille: “el doctor quiere hablar con vos”…, en el semisueño de la anestesia escuché eso, y por supuesto lo tenía que decir!!! A ver si no se enteraba! Ja ja!!! Genio y figura!
La primera noche de operada, pese a mis resistencias iniciales, se quedó a acompañarme Camila, la mayor de mis hijas, que en ese momento tenía 20 años. Primero me resistí a la idea, en segundos pensé “cómo me va a cuidar ella a mí?!”, “la mamá soy yo”… luego me rendí ante la evidencia de la realidad, estaba con suero, con un drenaje, recién operada, era necesario que alguien se quede…
Fue una experiencia hermosa!, Camila y yo nos reímos bastante esa noche, yo hacía chistes, y finalmente ella me dijo: “mamá, qué bueno que me quedé, en casa me hubiera quedado mal, pensando, aquí te pude acompañar”…
Fue una de mis primeras lecciones, NECESITABA AYUDA, comencé a aprender a pedirla.
La segunda noche fue muy angustiante, una “compañera de quirófano” (una mujer a la que habían operado el mismo día que yo) fue más previsora, y cada noche se quedaba alguien a cuidarla, pues me animé y le pedí a su cuñada, mi ángel de la guarda de ese día, que viniera a sentarse a mi cama y me tomara la mano, eso era lo que realmente necesitaba, lo pedí y esta mujer (no recuerdo su nombre!), con una disposición y bondad infinitas se sentó a mi lado, me tomó la mano, me acompañó como realmente necesitaba.
Al día siguiente (domingo) y por mi episodio de angustia de la noche anterior, me dieron el alta.
Alta y tratamiento
Volver a casa fue el paraíso!
Varios días luego de operada tuve la absoluta certeza de que “me había enfermado para sanarme”
No fue una “idea”, no fue un razonamiento, tampoco una elaboración intelectual, fue una verdad que brotó desde lo más profundo de mi SER.
“Sabía” que así era. Aunque no tenía la menor noción de hacia dónde me llevaba ese saber.
Luego, la quimio, rayos, nuevamente quimio, tratamiento alternativo, muchos pedidos de amigos, y siempre mi convicción de que todo iba bien, nunca me sentí enferma (negación, diría un oncólogo que me atendió; no lo creo…)
Durante ese período en un momento me dije a mí misma que si tenía que morir de cáncer, no iba a morir de cualquier manera, moriría “entera” (más allá de lo que pasara con mi cuerpo), esa experiencia me tenía que servir a mí y a quienes quedaran, si fuera el caso de mi partida.
Ese pensamiento y esa convicción me dieron una enorme fortaleza, no era en vano nada de lo que estaba ocurriendo o pudiera ocurrir.
Comienzo a sospechar qué debía sanar
Mi gran tema pendiente, el de toda mi vida, era la relación de pareja. Había muchas cosas que replantear y revisar de la misma.
Muchas angustias vividas, muchos momentos de profundo malestar, pero lo que todavía no sabía en ese momento era que la relación que tenía que replantearme profunda y sinceramente era la relación conmigo misma…
Pero ya llegaré a eso…
Comienza otra etapa
Finalizado el primer ciclo de quimio y el tratamiento de radioterapia regreso los primeros días de enero de 2010 al hospital donde me habían operado (radio la hice en otro hospital), estoy en la sala de espera, yo era paciente del querido Dr. Mein, un oncólogo muy querido por todos sus pacientes, humano, optimista, siempre con comentarios y miradas positivas y esperanzadoras. En tanto otra paciente me dice: “el Dr. Mein no está más”, ¿cómo no está más?!
“No, el Dr. Mein falleció hace 8 días” ………………………………!!!!
No lo podía creer!!! Pero sí! Siguió atendiéndome el jefe de servicio, sabía de oncología, pero no de trato humano.
Muy angustiada con esta noticia ese mismo día vamos a La Plata a encargar medicación para la siguiente quimio, la relación con mi pareja estaba tirante, difícil.
Habíamos estado unos días en Mendoza y yo sentía que así la cosa no iba.
El domingo 10 de enero, decido muy angustiada, pero muy convencida, que me mudo, me separo, si es necesario me voy yo de la casa. El lunes 11 salí a buscar departamento y el viernes 15 estaba firmando contrato de alquiler.
Pedí ayuda a los amigos para hacer la mudanza, una amiga me dijo si era el momento oportuno, ya que estaba en medio de un tratamiento oncológico, próxima a comenzar otro ciclo de quimio.
Yo no tenía dudas de que era el momento oportuno, no sabía muchas cosas que hoy sé de mí misma, pero sabía lo que no quería más.
Durante ese mes de enero comencé a asistir a las reuniones del Mensaje en casa de Déborah y Roberto. Ese fue otro hito más que importante: comencé a trabajar con el ejercicio de los personajes, ayudada por Déborah, eso me abrió una posibilidad de comprensión diferente. Empecé a verme, a reconocer mi violencia interna, a vislumbrar mis contradicciones.
Bien, en febrero me mudo (gracias Silvina!, la amiga que me ayudó en la mudanza) con Eugenia, mi hija menor, que entre tanto, se había cambiado de colegio ese año, la adaptación le estaba costando mucho, y Trabajó mucho consigo misma para elegir lo que ella sabía que era mejor para su propio crecimiento… Pero no eran momentos fáciles.
La mudanza fue un acto de gran coherencia interna, no había dudas que era por ahí.
Si bien me fui muy cerca de la casa donde vivía antes (para mí en esa circunstancia era importante no irme del barrio, no toleraba un desarraigo, necesitaba seguir yendo a la misma farmacia a darme las inyecciones de mi tratamiento, necesitaba seguir yendo a la misma verdulería y sobre todo que Eugenia no cambiara sus hábitos adolescentes, siendo que para ella la calle principal del barrio era como una extensión de nuestra casa, eso no había que modificarlo) el registro interno era absolutamente unitivo, estaba feliz aún en medio de circunstancias difíciles.
A los tres meses de haberme mudado y con charlas y encuentros con mi pareja, decidimos que volvía a casa.
Muchas cosas habían comenzado a cambiar, pero todavía había mucho por hacer.
Finalizo el tratamiento
En abril de 2011 finalizo con la quimio, pero sigo varios meses más con otra medicación, yendo al hospital todas las semanas.
Cuando estoy por terminar con todo el tratamiento, el médico me dice: “estás muy bien Perren, eh?”
Le digo que sí, que estoy bien física y anímicamente, que ya estoy curada; a lo que me responde que no debo decir que estoy curada, y habla 30 minutos seguidos sobre la negación de los enfermos de cáncer.
Salí del consultorio tratando de comprender su limitación, pero ahí mismo decidí que yo no podía ni quería seguir atendiéndome con alguien que no creía en mi curación.
Fue así que di con una oncóloga joven, excelente médica y de trato muy humano con quien seguí los controles semestrales estrictamente.
Esa decisión fue otro factor importante en mi proceso de sanación, ya no iba a dejar que me traten de cualquier manera.
Dos años y medio después
A mediados de 2013 comienzo unos talleres de espiritualidad con una antigua conocida y querida psicóloga que había conocido hacía 20 años en un grupo del Cuarto Camino.
Comienzo paralelamente terapia con ella, y decido ir a ver “de qué se trata” un grupo que ella coordinaba sobre “adicción a personas”.
Aclaro que tenía datos sobre esto, había derivado a tres paciente mías a estos grupos, y fue ahí que empecé a sospechar que eso era también para mí.
La otra gran decisión sanadora fue comenzar a ir a esos grupos.
El 10 de agosto de 2013 asistí a mi primera reunión en Apap, y ese mismo día pude ponerle nombre a mi padecimiento: me reconocí codependiente.
La sensación fue de enorme alivio, y de haber encontrado un camino que ya otros habían transitado antes, en el que tenía mucho por aprender, pero la recuperación era posible.
Hoy sigo asistiendo al grupo, me han propuesto ser coordinadora, y sigo mi camino de aprendizaje y recuperación.
Por otra parte, cumpliéndose ya los 5 años de operada, los controles oncológicos pasan a ser anuales, así lo establece el protocolo médico.
Agradezco haber tenido cáncer, agradezco haber tocado fondo, de otro modo no hubiera llegado a comprender tan profundamente tantas cosas que comprendí.
No me hubiese dado cuenta cuánto me había alejado de mí misma, qué mal me había tratado, qué poco me había respetado, y cómo no tenía ni idea de lo que era amarme.
Hoy estoy de luna de miel conmigo, sigo casada, creciendo también en pareja, y aprendiendo de la Vida!
Gracias!!! a mis hijos Pedro, Camila y Eugenia, a Guillermo, a Norma, mi madre, a Guille y Germán, a Gino (amigo que donó sangre cuando me operaron), a la Dra. Cafaro (que detectó el cáncer), al Dr. Ostrowsky y la Dra. Gorosito (quienes me operaron), al querido Dr. Mein que me llenó de confianza en los primero momentos, en los que sentí mucha zozobra y desasosiego, al Dr. Bordenave, a los técnicos de radioterapia del Hospital Español, a Mónica (enfermera del servicio), a Marta (voluntaria de Lalcec que nos hacía más llevaderos los momentos en que recibíamos quimio), a la Dra. Mainella que me sigue con los controles, a Déborah, a Silvina G, a Pía y Hebe, a Gustavo, a Yenny, que me animó a escribir sobre mi experiencia, y a tantos y tantos amigos que pidieron por mi salud, por mi recuperación y que me acompañaron de diversas maneras
Y va un agradecimiento especial a Silo, mi Maestro, del cual aprendí y sigo aprendiendo sin límites!
Bernal, 3 de junio de 2014